viernes, 29 de enero de 2016



(runas vikingas)

EL REINO DE AKABA
    (fragmento)



—Podéis llamarme como mejor os plazca, pues el nombre no hace al hombre ni define a las personas y sí por el contrario, aquello que luego hacen y manifiestan —dije en voz alta y sin dirigirme a nadie en particular—. Ahora bien, desconozco aquel encargo que decís debería traer conmigo y merced al cual, habéis estado esperando tantos años.
—Os llamaremos Hermod, porque así está escrito y enseñado por Saga, la diosa de la Historia. También nos mostró la diosa aquello por lo que tanto ha sufrido nuestro pueblo y durante tantas lunas y estaciones. Aquello que portabas en tus manos es el signo Thurisaz, tallado en la madera. Esa pieza que aparenta sencillez y simpleza se hallaba perdida en la oscura inmensidad de los tiempos antiguos y se nos había profetizado que en algún momento posterior a la Era en la que se perdió, alguien vendría a entregárnosla y se produciría con ese inocuo gesto, el inicio de nuestra salvación como pueblo. Ahora bien, lo que comienza como alegría puede desembocar no sólo en profunda tristeza, sino también en la más absoluta desolación. Podríamos estar abocados a la desaparición como pueblo y como cultura antigua si al completar la caja de Las Nornas, no logramos depositarla en la Fuente de Urdar antes de que pasen cuatro lunas desde el momento de la reunión de todas las piezas. Ya pudiste comprobar que la cuenta atrás se ha iniciado cuándo trajiste la pieza que faltaba y la introdujimos en la caja sagrada, por lo tanto, el cómputo del tiempo estipulado dio pues, inicio.
Saga —continuó el anciano— dejó establecido por último que el encargado de depositar la caja a los pies de la Fuente de Urdar deberá ser un espíritu puro venido de las montañas y que su aspecto físico proclame sin duda alguna que lo envía el mundo de Asaheim
(Hermod, mensajero de los dioses)
Y tú tienes el aspecto que debe tener un habitante de Asaheim, pues en nuestra tierra, con tal fisonomía es imposible encontrar a nadie más.

         copyright© faustino cuadrado


miércoles, 13 de enero de 2016

Fragmento de mi libro EL REINO DE AKABA



(En EL REINO DE AKABA, las emociones también tienen cabida)


















Fragmento intimista...

"porque junto a la aventura trepidante, al lado de la épica sin pausa y de la acción, la ternura siempre encuentra un hueco."


Hace muchos años, cuando era realmente pequeño y aún no sabía vestirme sin ayuda, mi madre, después del baño diario, me subía a la mesa de la cocina para abrazarme.
La mesa blanca e inmaculada en la que me sentaba, se hallaba enfrente de un enorme y antiguo fogón de carbón, que como se mantenía encendido durante todo el invierno para calentar la casa, era utilizado además para preparar las comidas y las cenas en grandes calderos distribuidos por toda la superficie.
Una vez asentado mi pequeño cuerpo en la mesa, mi madre comenzaba a contarme una historia que me mantenía embelesado mientras ella me colocaba los calcetines. Me frotaba el pecho y el cuello con colonia y me peinaba el cabello con un peine de plástico.
Cada día era una historia diferente, y cada cual más bonita. Todas ellas producto de la mente y el amor que ponía mi madre en ello.
No me costaba nada imaginarlas porque su relato se me hacía ameno y entretenido y me trasladaba cada día a los más insospechados lugares del mundo, haciéndome convivir con los más enigmáticos y divertidos personajes que puedas imaginar. Reinos secretos, maravillosas criaturas celestiales o que habitaban en lo más profundo de la Tierra y de las simas marinas. De todos los colores y estaturas. Con magia y a veces sin ella. Con sentimientos humanos o más frías que el hielo. Unas volaban y otras caminaban a saltos. Las más, sufrían tremebundos avatares en sus largas vidas; las menos, pasaban por la historia como un leve suspiro, sin más trámites, sin pena ni gloria. Eran un relleno seguramente, pero le daban tanto sentimiento y riqueza al relato...

En fin, esos momentos y otros muchos parecidos, con el mismo contenido intimista y mágico, han sido los que han alimentado en mí, durante toda la vida, un afán inusitado por todo este mundo de la imaginación y la fantasía.




(Una madre siempre será una guerrera, una valkiria invencible)